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Desde rincones escondidos en medio del bosque hasta cabañas acogedoras al pie de la montaña, hay restaurantes mágicos en los límites entre la Ciudad de México y el Estado de México en los que puedes vivir deliciosas experiencias que siempre recordarás. Aquí te compartimos dos alternativas. 

 

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Desierto Norte

 

¿Dónde?

Valle de las Monjas S/N, San Mateo Tlaltenango, Cuajimalpa de Morelos, 05600, Ciudad de México. 

 

En un rincón del bosque del Desierto de los Leones se encuentra Desierto Norte, un restaurante que te encantará por su deliciosa y original oferta gastronómica, así como por su ubicación mágica. Desierto Norte, abierto hace tres años, nació en plena pandemia y se ha convertido en uno de los favoritos de quienes frecuentan la zona, como ciclistas, corredores, senderistas y amantes de la naturaleza en general.


Al preguntarle a Hernán, dueño de Desierto Norte, cómo surgió este concepto, nos contó: “Empezamos a tener una relación con los comuneros. Les he ayudado como abogado en algunas cosas, nos empezamos a llevar y un día surgió la idea de rentarles un espacio para poner un beer garden. Fue así que surgió Desierto Norte”.


Hernán se describe como abogado de profesión y tragón de pasatiempo, además de ciclista: “A mí me gusta mucho la bici desde niño. Esto de combinar el gusto por la comida, los restaurantes y la naturaleza me hizo ser un visitante continuo del Desierto de los Leones... ya llevo pedaleando en Desierto más de 15 años”.


Como ciclista, Hernán cuenta que siempre había querido un lugar en el que pudieran destapar una cerveza y comer algo rico después de una rodada, por lo que en vez de esperar a que algo así apareciera, tomó la iniciativa y fundó Desierto Norte

 

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De su oferta gastronómica, Hernán destaca la hamburguesa, hecha con carne de vacas lecheras retiradas y de libre pastoreo. La carne se añeja y nunca se congela, lo que hace que conserve toda su calidad y sabor. También destacan del menú las costillitas Torreón, un corte de asado de tira pero muy delgado, ideales para comerlas con las manos, y el grilled cheese sándwich, hecho con pan de hogaza horneado en el momento. Sus salchichas son hechas por Yahir Téllez y las verduras son de las chinampas de Xochimilco. Además, cuentan con vinos naturales y cervezas artesanales.

 

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Para desayunar, puedes disfrutar hot cakes, pan francés o un toast de aguacate en pan de hogaza, pero la especialidad es su sándwich de huevo hecho con pan brioche, una verdadera delicia que te será difícil olvidar.

 
En resumen, dice Hernán: “Ha sido un espacio en donde se junta el ciclismo con la comida. Un lugar para desconectarse y pasar un rato agradable rodeado de la naturaleza y con tu familia. Somos privilegiados de tener un espacio así que podemos visitar todo el año”. 

 

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Conócelo:

https://www.instagram.com/desierto_norte/

https://www.facebook.com/p/Desierto-Norte-100063707194091/

 

 

 

 

Cubo

¿Dónde?

Santa Ana Jilotzingo, 54573, Estado de México.


Si quieres alejarte algunas horas del bullicio de la ciudad, conectar con la naturaleza, disfrutar bellos paisajes, convivir con una manada juguetona de lomitos y deleitarte con los sabores y texturas de platillos de alta cocina, te recomendamos vivir la experiencia gastro-endémica de Cubo. En la localidad de Santa Ana Jilotzingo se ubican nueve hectáreas privadas de bosque en donde está la casa (en forma de cubo) de Roberto Lingard, creador de este concepto: “Es una experiencia donde invitamos a la gente a que se eche un día fuera de la ciudad sin salir de la ciudad, porque estamos a menos de una hora, en un lugar súper controlado y seguro, en donde tenemos todas las comodidades. Al final es mi casa, entonces mi intención siempre ha sido que la gente que llegue se sienta a gusto”.


La experiencia que ofrece Cubo tiene una duración aproximada de seis horas, por lo que te sugerimos apartar todo el día para que goces todas las actividades sin prisas. Para arrancar la mañana, Roberto y su equipo reciben a sus visitantes con un café o té caliente en lo que esperan, rodeados de árboles y vegetación, el desayuno que es preparado al aire libre en la parrilla de leña. Una vez que todo está listo, invitan a la gente a compartir la mesa para degustar el primer alimento del día. Este espacio es el escenario ideal para conocer gente nueva, hacer amistades y disfrutar de historias de sobremesa imperdibles. 

 

 

 

 

 

Una de las peculiaridades de este lugar es que en temporada de lluvias crece una amplia variedad de hongos, por lo que estos suelen ser los protagonistas del menú. Sin embargo, los platillos pueden variar de acuerdo con los frutos que da el bosque a lo largo del año y a las “intervenciones de temporada” que están a cargo de chefs provenientes de distintas regiones del país. Nosotros disfrutamos del sazón de Roberto y de Alejandra Ortiz, la mayora de la cocina de Cubo: “Lo que hacemos aquí nace de esta comunidad y tratamos de integrar tantos elementos como sea posible: su gente, su cultura, su producción agrícola o ganadera y sus costumbres”, nos cuenta Roberto.

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Durante la época prehispánica, el pueblo otomí habitaba lo que hoy es el municipio de Jilotzingo. Para honrar a las y los primeros pobladores de la zona y preservar sus tradiciones, todas las personas asistentes se reúnen después de desayunar alrededor de la fogata para hacer un ritual de agradecimiento a la naturaleza por todos los alimentos que nos provee. Cada quien se coloca frente a la fogata, le agradece al Abuelo Viejo Otomí y coloca un leño para avivar el fuego con el que se cocinarán los alimentos de la siguiente comida.

 

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Una de las actividades más emocionantes y divertidas de esta experiencia es la recolección de hongos y plantas. Durante una hora y media, una persona del equipo de Cubo guía a las y los visitantes entre los entramados del bosque para que recolecten distintas variedades de hongos, y las animan a que usen su instinto de supervivencia para identificar los hongos comestibles: “Parte fundamental de la experiencia Cubo es la recolección: irnos al bosque a que la gente no solo camine y se distraiga de la ciudad, sino que también busquen ingredientes que se van a usar para su comida de ese día”, señala Roberto.

 

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Con esta caminata, las personas terminan de conectar con su entorno y vuelven hambrientas a la mesa para degustar un menú de cinco tiempos acompañado de una mixología especial para maridar. “Cuando llegué aquí al barrio —recuerda Roberto— busqué de qué manera ayudar, no solo dándoles trabajo a las personas que recolectaban hongos, también con el menú que tenemos temporada tras temporada, ya que alrededor del 80% de los ingredientes que están en el plato son hiperlocales, ya sean proteínas, vegetales o frutas”.


Cuando ya está servida la mesa, el chef invitado y su equipo presentan cada plato con un cóctel diferente. En cada bocado, además de degustar ingredientes frescos y sabores de la tierra, también conoces la historia detrás de su creación. 

 

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La historia de Cubo se remonta a la niñez de Roberto, cuando jugaba entre la naturaleza y veía las estrellas con su primo, quien sería el arquitecto y diseñador de la casa Cubo. En el 2013, Roberto finalmente le compró el terreno a su familia. Empezó a vivir aquí y a trabajar con la gente local: “Desde entonces, me metí al tema de los hongos, a investigar, aprender, leer y trabajar la relación con los vecinos”. Actualmente, además de abrir las puertas de su casa a la gente que desee relajarse y vivir una experiencia única cerca de la ciudad, es proveedor de hongos para restaurantes de la Ciudad de México como Quintonil o Pujol, y de otros lugares de la República como Puebla, Los Cabos y Cancún. 

 

Conócelo:

https://www.instagram.com/cubo.mx/

 

 

Cuando necesites un respiro de la ciudad, recuerda que estás a menos de una hora de comer delicioso en medio del bosque y pasar un día inolvidable con tu familia, amistades y mascotas.

 

 

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