La ruta sugerida para una visita inicial incluye, como entrada, la primera opción en la sección de vegetales: apio, dátiles, queso azul y nuez pecana. Es justo con este tipo de platos que uno se da cuenta de que eligió bien el restaurante.

Pasa lo mismo con la ensalada green goddess, una generosa cantidad de lechuga acompañada de queso parmigiano reggiano, variedad dura, curada y de pasta granulosa, considerada de las mejores y más prestigiosas del mundo.

El bucatini pomodoro es un abrazo en forma de pasta: largos tubos de sémola que atrapan con delicadeza una salsa de tomate deliciosa. Cada bocado es simple pero profundo, y aporta una sensación rústica y reconfortante. Es un plato que no necesita adornos.

Para terminar lo salado, la pizza margarita es esencial. Dicen por ahí que, si un restaurante italiano tiene una buena margarita, ahí es. Con la masa e ingredientes bien equilibrados, la de GIA cumple el dicho. 

La joya de la corona es el pastel de fresa con ralladura de coco. No exageramos al decir que hay que probarlo para entender lo bueno que está. Eso sí, hay que compartir porque sus capas de colores son tamaño jumbo.

GIA ofrece también una variedad de cocteles y spritz, cervezas, bebidas sin alcohol y vino por copeo. Puntos extra para la selección musical, que potencia la experiencia.

La recomendación es ir en pareja o con amigos, relajados, dispuestos a quedarse un buen rato entre comida con sabor de hogar y una conversación copiosa.